No, perdido no. Desconcertado.
Las opciones de lo que está por ser cambian a cada minuto. El miedo que paraliza sigue dentro, peleando contra todo para quedarse ahí. Sabe que le queda poco tiempo, su reinado acaba.
Es el único monstruo al cual uno debe enfrentarse sin armadura... cualquier protección en su contra lo fortalece y de nuevo el miedo es su aliado.
No dejo de preguntar: ¿Por qué a mi? ¿Por qué me tocó este bagaje, esta prueba?
Sin ninguna objeción enfrentaría los desafíos mas aterradores, aún esos en los que uno difícilmente regrese vivo. Y sin embargo, algo tan simple como desarmar la defensa, bajar el puente y ser, me hace sentir la fría amenaza de la derrota.
Dijo un Maestro de turno: nuestra razón de ser ahora es justamente lo que vamos a ser después. Y eso me empuja, me alienta.
Yo sé que no puedo quejarme. Pero creo que es hora de decirlo: la vida no es siempre maravillosa, y por eso estamos vivos.
El Maestro no me abandona, ni aunque quiera... lástima que muchas veces, con el agua al cuello, esperando un milagro me olvido de subirme al bote.
No sé lo quiero, pero se lo que no quiero.
Perdonen por hacerles perder tiempo con esto.
No, mejor no. Esto es lo que soy, si les gusta, bien...
Joao
Juan
Ninguno de los dos.
[...]el único abandono real es el propio. Si devastado en el piso tu mirada se eleva hacia el próximo reto, el universo te pertenece.
