lunes, agosto 27, 2012

Anagramas del Alma


La vida no deja de sorprendernos. La sensación de que debemos atrapar nuestros sueños es la puerta de entrada. Se nos dió el privilegio más importante de todos: la experimentación de todas las sensaciones y los sentimientos que existen, existieron y existirán, para que Dios pueda reconocerse a sí mismo.

Aunque creamos que en algunas ocaciones llegamos a algún sitio seguro donde podremos permanecer, el viaje siempre debe seguir. Detenerse nunca es parte del plan superior. A veces debemos juntar ciertas piezas y a veces debemos separarnos. De eso se trata la vida, de transitar, conocer, reconocer, aprender y seguir adelante.

Una vez que entendemos esto, todo dolor o rencor se convierte en agradecimiento. Agradecimiento real hacia situaciones o personas que debido a sus propios procesos de aprendizaje, llegaron a dañarnos aunque nunca haya sido su intención. A veces despertamos solos en medio del campo, a veces despertamos a puro lujo con una copa de vino en un hidromasaje. Todo es igual, estamos aquí para compartir lo que somos. Si lo que entregamos lo hacemos con amor, es seguro que estamos en lo correcto.

Recordar que vinimos a amar es nuestro regalo. Amar profundamente, sin necesitar de la súplica ni del perdón. El amor simplemente está ahí, e interpretar que somos su medio de transporte, al igual que el aire sostiene al pájaro, el mar a los peces o un escenario a sus bailarinas, el amor nos dice que debemos entregarnos a la misión superior de amar más allá del amor de pareja. Que estamos acá para que el amor se expanda para y por nosotros.

Así, desde un sensillo lugar en el mundo extiendo mi mano, no para esperar que alguien la tome, sino para abrirla y dejar que todo siga su curso. Mezclar lágrimas de dolor con lágrimas de alegría, porque en escencia todo es lo mismo si podemos extraer la enseñanza. Si una vez que pasa la noche oscura del alma, si el recuerdo de un atardecer en el mar, de una noche de casas que bajan del cielo, de saber que es hermoso amar a la tierra y amar bajo el sol, si después de soñar despierto con amapolas que cuelgan de unas bellas manos aún podemos sonreir de verdad, con todas las ganas y toda el alma, sabremos que el camino sigue bajo nuestros pies, y eso es lo mejor que nos puede pasar.

Jazmín y Limón

El placer de la mente.

El placer de tener una mente, de ser una mente.
Miguel siguió su trabajo de estar vivo, el pasado de hombre bombero se  veía muy lejos y una nueva sensación empapaba sus días.
Antes se preguntaba si era amor, ahora estaba seguro.
Como también estaba seguro que nunca antes había entendido lo que la palabra Amor significaba. (Y más seguro aún de que le faltaba muchísimo más por entender, por aprehender)
Y también pudo entrever que el medio físico que tenía para transitar este planeta, esta vida, era un regalo. Un regalo único y que (casi como siempre había sospechdo) le había tocado en gracia con una misión hermosa y un destino muy favorable.

Quemando algo así como etapas evolutivas se dio cuenta que tenía que aprender a perdonar.
En una habitación oscura, en plena lectura de su carta natal, Miguel le preguntó dudoso al viejo barbado:
- "... y cuál es mi misión?"
Sin darle mucha importancia el astrólogo le respondió escuetamente:
- "A ver... soltar... viniste a aprender a soltar, a desprenderte".

Soltar, perdonar, entregar, dejar ir.
Es también otro sinónimo de amor. Saber en lo más profundo que lo que ocurre es perfecto.
Miguel ya sabía que cuanto más fuerza hacía para conseguir algo, para enderezar el curso de acontecimiento que le eran desventajosos, más complicado se ponía todo.

Así, al igual que la vez anterior, atendiendo al llamado de una enseñanza que ya estaba lista para ingresar en su vida, se dispuso a ver a Eugenia, que rápidamente dijo:
- "Limón y jazmín", mente y placer... el placer de la mente, de disfrutar ser mente.
Es solo una nueva etapa, de muchas por venir.
- "Conectá con el plexo solar, investigalo." Fue una orden, aunque las palabras rebosaban de amor.

Después de eso la unión de sus dos mitades fue total. En una sensación única se dió cuenta que habitamos muchos niveles de conciencia y cuerpo. A veces la conciencia cultiva al cuerpo, y otras, mucho más elementales, pero por eso mucho más profundas, el cuerpo toma de la mano a la conciencia y la libera de toda carga.

Ahora por fin, íntegro, se disponía a entrar en el circo, a jugar, a sorprender y a perdonar.
Entregado feliz a la nueva etapa.
Experimentar, sin pregunta, dejar que la mente vuele. Que se pierda y que eso represente puro placer.
Y no preguntar el resultado, sino salir a comprobarlo: experimentar para Él, para el creador que nos mandó aquí por eso.