lunes, agosto 27, 2012

Jazmín y Limón

El placer de la mente.

El placer de tener una mente, de ser una mente.
Miguel siguió su trabajo de estar vivo, el pasado de hombre bombero se  veía muy lejos y una nueva sensación empapaba sus días.
Antes se preguntaba si era amor, ahora estaba seguro.
Como también estaba seguro que nunca antes había entendido lo que la palabra Amor significaba. (Y más seguro aún de que le faltaba muchísimo más por entender, por aprehender)
Y también pudo entrever que el medio físico que tenía para transitar este planeta, esta vida, era un regalo. Un regalo único y que (casi como siempre había sospechdo) le había tocado en gracia con una misión hermosa y un destino muy favorable.

Quemando algo así como etapas evolutivas se dio cuenta que tenía que aprender a perdonar.
En una habitación oscura, en plena lectura de su carta natal, Miguel le preguntó dudoso al viejo barbado:
- "... y cuál es mi misión?"
Sin darle mucha importancia el astrólogo le respondió escuetamente:
- "A ver... soltar... viniste a aprender a soltar, a desprenderte".

Soltar, perdonar, entregar, dejar ir.
Es también otro sinónimo de amor. Saber en lo más profundo que lo que ocurre es perfecto.
Miguel ya sabía que cuanto más fuerza hacía para conseguir algo, para enderezar el curso de acontecimiento que le eran desventajosos, más complicado se ponía todo.

Así, al igual que la vez anterior, atendiendo al llamado de una enseñanza que ya estaba lista para ingresar en su vida, se dispuso a ver a Eugenia, que rápidamente dijo:
- "Limón y jazmín", mente y placer... el placer de la mente, de disfrutar ser mente.
Es solo una nueva etapa, de muchas por venir.
- "Conectá con el plexo solar, investigalo." Fue una orden, aunque las palabras rebosaban de amor.

Después de eso la unión de sus dos mitades fue total. En una sensación única se dió cuenta que habitamos muchos niveles de conciencia y cuerpo. A veces la conciencia cultiva al cuerpo, y otras, mucho más elementales, pero por eso mucho más profundas, el cuerpo toma de la mano a la conciencia y la libera de toda carga.

Ahora por fin, íntegro, se disponía a entrar en el circo, a jugar, a sorprender y a perdonar.
Entregado feliz a la nueva etapa.
Experimentar, sin pregunta, dejar que la mente vuele. Que se pierda y que eso represente puro placer.
Y no preguntar el resultado, sino salir a comprobarlo: experimentar para Él, para el creador que nos mandó aquí por eso.

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