miércoles, junio 26, 2013

Basta de entender, ahora toca comprender.

A veces no sabemos donde estamos.
A veces nos perdemos en una niebla espesa  que cubre la cabeza, el corazón, las intenciones, los días y las noches.

Por ahí es interesante saber que en esos momentos es posible que nos estemos dirigiendo directamente al mejor lugar posible.
Como un barco perdido en un banco de niebla que, confiando en su buena estrella, llega impredeciblemente a buen puerto.
No entender una realidad tan compleja es parte de lo interesante es que estar vivo en el presente.
No hace falta entender todo. a vece es hasta mejor esta un poco perdido. Conocer cabalmente lo indispensable: saber que el sol nos da abrigo, que el pan calma el hambre y con agua la sed se aplaca.
Que las personas que están cerca nos sirven siempre de guías, a veces como ejemplo, a veces como contra ejemplo. Y tal vez no mucho más..

No hace falta entender todo para saber que estamos bien cuidados. Que el plan que nos rodea esta infinitamente tramado para la evolución de cada alma.
El paso que hace falta dar en estos momento de desconcierto, es un paso de confianza. Confianza en que la red está, o mejor: en que la red no hace falta, tenemos alas y funcionan de mil maravillas.
Si tratamos de comprender el infinito fractal que es la realidad en alguno de sus planos (atravesado a su vez por mil planos más) nos vamos a volver fríos, vamos a terminar frustrados en el no entender.
Nuestra mente no fue hecha para entender la realidad, sino para disfrutarla. Para sacar un provecho mecánico. Para alimentar el cuerpo, para vestirlo, para llegar lejos, para andar, para defendernos del entorno y a la vez aprovecharlo.
Gastar muchos años tratando de descifrar la filosofía abstracta de la cosas (y solo eso) es una pérdida de tiempo. Cada pensamiento abstracto de nuestra mente debe reflejarse en una acción en el exterior, sea cual fuere el cuerpo que deba afectar

Estudiar este mar de conceptos, de energías entrecruzadas es fascinante. Podríamos decir que asomarse a semejante obra maestra (La Obra Maestra) no solo es necesario, sino casi obligatorio. Pero no es de esta maravilla de la que tenemos que ser críticos de arte.
No caigamos en la trampa de suponer que podemos entender y corregir a los genios.

La vida es infinitamente compleja, cada arista, cada situación tiene miles de interpretaciones, todas válidas.
Hemos de tomar una, la que mejor nos parezca, rápidamente. Quemarnos en ese instante, y seguir libres hacia la próxima experiencia.
Hacernos uno con esa realidad inabarcable, y nutrir y ser nutridos a la vez.

martes, junio 25, 2013

Del juego y sus juegos.

Estamos sobre esta Tierra para jugar el juego grande.
Mente y corazón se disputan el primer lugar todos los días. Los racionalistas no pueden dejar de juzgar a los sentimientos una pérdida de tiempo. Algún emocionado de turno escupe fuego sobre la razón imparcial de los hombres grises.
Las fuerzas se oponen, el holismo contra el razonamiento agudo y eficaz.
Como todo par de opuestos, habitan un único lugar. Diametralmente opuestos pero tan alineados que indiscutiblemente el mismo oxigeno que compone el agua de los sentimientos es exactamente igual al del aire, reino indiscutido de lo mental.
Y por supuesto como cada vez que hay fuerzas opuestas, hay un orden superior que, tranquilito, descalzo y con un vaso de jugo en la mano, observa a dichas fuerzas disputarse a muerte en un campo de batalla virtual.
¿Cuál es este orden?
¿Qué entidad o concepto supremo se yergue altivo sobre corrientes tan poderosas como el pensamiento y el sentimiento?
Pues nadie más que el juego.
El juego infinito, alentador en el que estamos inmersos. El que nos implora que experimentemos todos los días.
Que nos juguemos de jugando la cabeza. Que nos abracemos, que nos corramos por el bosque, que nos ensuciemos en el barro, muertos de risa.
Usando mente, corazón, las dos cosas o ninguna, como nos parezca en el momento... pero que no nos perdamos el aliento cálido del amor.
El amor que se experimenta cuando nos arriesgamos a hacer, decir, sentir y pensar lo que de creemos.

Pero ojo, que tampoco es tan grave. Sino no se llamaría juego.
Cuando somos mas chicos y tenemos muy en claro como es que se vive, y armamos historias, solos o con amigos... al final del día, cuando nos llaman a tomar la leche, los muertos se levantan, los luchadores se abrazan y las disputas desaparecen con una sonrisa.
Experimentar es eso: dentro del marco ser lo que nos toca. Y dejarnos ejercer a nosotros mismos. Dar rienda suelta a lo que internamente somos sin vergüenza, sin pudor... si al final todo es ilusión.
Con la corbata floja y un zigzagueante andar de puro cansado por jugar mancha venenosa, dejemos entrar el aire fresco para arrancar otro día.
Con el amanecer bañémonos de reglas de juguete que, llegado el caso se podrán romper.
Usemos las herramientas que a la mano tengamos, y peleemos un buen lugar para después bajarse del podio con una carcajada.

Que el juego grande sea lo único que tomemos en serio. Y que lo tratemos con respeto y amor, para no tener miedo de llegar a grandes.