jueves, octubre 12, 2017

Y al mismo tiempo lo dice todo.


El sonido del agua corriendo en la oscuridad de la noche.
Tranquilas piletas de agua cálida, nacida en el vientre de nuestra tierra, humea plácidamente.
Un sentido alterado, que son todos a la vez.

Una techo bajo, tupido, acogedor, mágico, frágil, perpetuo y oscuro de vegetación me abraza.
La luna, plena y sólida amanece dentro mío. Tauro. Placer. Cuerpo y tierra. Alma y carne.
En un momento que estará conmigo en próximas vidas (tal vez de allí también venga ahora mismo) se adormece en el tiempo.
¿Es ahora? ¿Es siempre?

Lo más fantástico de todo es quién me trajo hasta acá. O mejor: qué me trajo.
Una palabra que es más que eso. Bueno, como casi todas.
Pero ésta es diferente. Está cerca y lejos. Se dice pero no se dice.
Es un manantial del cual muy pocos se atreven a tomar.
Gracias a un ángel, o tal vez dos que son a la vez tres (eso lo leí en algún lado...), tuve el coraje de bajarme del caballo, y humedecer la gorra.
Verdad. Sólo eso.

La verdad me trajo hasta acá. Hace pocos años que no me miento. O por lo menos lo intento fuerte.
No se puede escribir un libro, no se puede recomendar, no se puede...
Al igual que el zen. O la lluvia. No se puede explicar.
Como una escalera, pequeña, pero clavada en las entrañas mismas de toda vida.
Gratitud, Amor, Verdad.