sábado, octubre 31, 2015

No necesitamos nada.

Recorremos la espiral, una y otra vez.
Y cada vez es una nueva bendición.

Cuando era muy chiquito era fanático de los cuchillos, me encantaban y me gustaba coleccionarlos.
Llegué a "forjar" mi propio cuchillo de aluminio, con mango de madera y cuero con funda cocida a mano.
Siempre estaba en busca de uno más. Y cuanto más extraño mejor.
Tenía cuchillos para arrojar, estilográficas que escondían una daga en su interior, navajas y réplicas de cuchillos famosos.

Mi ritual era pararme frente a la armería más conocida de la ciudad y mirar durante horas la vidriera, elijiendo.
Cada vez que aparecía algo nuevo, me quedaba adorando sus líneas, sus detalles.
Y lo tenía que tener. Estaba destinado a empuñarlo.

Comenzaba así una recorrido de ahorros hasta poder juntar los suficiente para entrar triunfal y comprar el cacharro de turno.

Pero algo comenzó a llamarme la atención: el tiempo de ansias y ahorros era eterno. Y el placer de la obtención era realmente efímero.
Casi que lo obtenido desaparecía después de un par de horas de contemplación y sueños de aventuras.

Y un día tuve un insigth, por llamarlo de alguna manera canchera.

Estaba en mi chequeo periódico de la vidriera de la armería cuando descubrí algún artículo que, a modo de licencia literaria, mentiré que recuerdo claramente como un nuevo modelo de Victorinox.
Una vez más sentí la opresión del deseo en el pecho, de tener que tener algo.
Y mientras estaba atravesando el sentimiento, casi como un rayo de luz, un pensamiento surgió en mi cabecita: "Si hace 10 segundos no sabías de la existencia del chisme este... ¿cómo es que ahora sentís que lo necesitás para vivir?"

A partir de ese día, mi niñez fue mucho más libre.

Muchos años después, mientras escribo esto que escribo, entiendo que mi mente volvió a engañarme contándome que hay cosas que necesito para vivir.
El niño no solo curó su niñez, sino que ahora viajó en el tiempo para darme casi 30 años depués la misma llave de la felicidad.

El Maestro está atento.
Solo debemos tender la mano, la esencia, el alma.


Juan
Lo único real es lo que creemos.

1 comentario:

Cassandra Cross dijo...

Por eso mi afinidad con vos y otros niños crecidos. Porque no desdeñás ninguna sabiduría.
Qué hermoso volver a encontrar tus palabras, Joao.
Hagamos un fuego para celebrar las coincidencias.