martes, abril 05, 2005

Decisiones

¿Qué significa tomar una decisión?
¿Por qué aquellos razonamientos magistrales que en un momento nos convencieron terminantemente sobre algunos temas, se vuelven endebles y casi ficticios de un
momento a otro?
¿Existe una decisión real?
Creo que son muy pocas. Y el problema reside en el objetivo final de las decisiones, y lo que somos al momento de tomarlas.

Ejemplo.
Supongamos que hoy, 5 de abril de 2005, lo que viene a ser el Juan del momento toma un firme determinación en base a una serie de reflexiones cuidadosamente analizadas:
quiere ser pescador de pejerreyes en una playa al sur Florianópolis.
Toda mi energía estará dispuesta en creer en mi objetivo, porque me parece de lo mas razonable. Cualquier otro argumento parecerá flaco en contra de lo que siento al pensar en la determinación de embarcarme en tal misión.
"Ya está decidido". Voy a comprar el bote y el pasaje a Brasil. No hay dudas. ¿No?.

Y aquí empiezan los problemas, porque nos olvidamos de un pequeño detalles.
No somos siempre los mismos. Y si bien uno no pasa de ser John Travolta a Mirta Legrand de un momento a otro (por suerte), lo que sí ocurre es que pequeños cambios internos modifican levemente la concepción de la realidad.
Y la cosa se pone mas complicada cuando no solo se debe elegir por algo, si no que además ese algo significa renunciar a otra cosa que también deseamos.
Si no ponemos en detallistas, siempre estamos no optando cosas: si elijo caminar hacia la derecha, entonces elijo no caminar hacia la izquierda, pero yo me estoy refiriendo a otra cosa.
Para que se den una idea, en mi ejemplo anterior, estoy casi seguro de mi vida de pescador, pero... estoy entre eso y ser corredor de bolsa en New York. Levemente incompatible, no?
Ahora sí que estamos en un problema, pues no puedo dividir el tiempo, y ser a la mañana remero y a la tarde empresario, y sin embargo me gustan las dos.

Y aquí es donde se ponen en juego todos los decisores posibles: la razón, los sentimientos, la mente, el "que dirán", el "que diré"...
Decisiones tomadas en el pasado nos condicionan, y lo peor es que no sabemos si seguimos siendo los mismos... tal vez uno ya sea Mirta.

Una vez mas, y casi como es habitual, no tengo la respuesta. Esta vez apenas si tengo
la pregunta.
Lo queda, es sentir. Y equivocarse, y aceptarlo.
Tal vez cuando tomamos la decisión, éramos alguien que ya no somos. Puede que sea parte del "Saber quién soy".
Lo que sí se es que pienso seguir probando, y trataré de no amedrentarme ante el ridículo de ser todos los días un tipo distinto. ¿Quién te dice? por ahí, un día me encuentro...

6 comentarios:

Anónimo dijo...

El destino solo nos deja elegir trivialidades. Las verdaderas elecciones o las importantes no las tienen que tomar nada ni nadie, porque con un minimo error se iria todo a la mierda!!!

No te preocupes muchacho que venis por el buen camino.

Parker dijo...

Negro, te está agarrando la crisis de los 40 a los 26. O más bien, la crisis de los 25-30 (y al que me venga con que no podemos tener una crisis a esta edad, que mire a su alrededor...)

Las cosas que nos gustaban antes nos siguen gustando, es como si uno quisiera ser pescador hoy y dejar lo otro para mañana, pero uno piensa para sus adentros: "¿No es hora de que ya sea corredor de bolsa? Realmente, ¿quiero ser pescador?"

Desgraciadamente, estoy en la misma marea. Si esperas la mística solución, creo que ni preguntandole al que posteó acá arriba (y de paso, porque no le preguntamos que va a salir a la quiniela mañana).

Te puedo decir al menos lo que tranquiliza mi conciencia: no importa cuanto la cara se te esté pareciendo a la de Mirta, a uno siempre le va a gustar la música disco. Quizás irte a Brasil con una caña no es una respuesta realista para el Juan que sos ahora, pero nada le impide al corredor de bolsa agarrar la carnada un fin de semana, cruzar el charco y pasarla lo mejor que pueda.

En cuanto a las desiciones, simple y sencillamente no existe ninguna "gran" desición o, mejor aún, todas son grandes. Lo importante es estar consciente de que uno las toma.

Un abrazo,

Park.

Anónimo dijo...

LA DICTADURA DE LA ALEGRIA




Los medios masivos de comunicación —especialmente la TV— nos bombardean a diario con abundantes consignas de sabor light que, amparadas en un optimismo insustancial que exige tener “buena onda”, sólo sirven para apuntalar el imperio del facilismo, la estupidez y el éxito individual a cualquier precio. ¿Para qué estudiar, si desafinando gansadas se puede ser famoso? ¿Para qué dedicarse al arte o a la investigación científica, si manejando a los gritos un vocabulario compuesto por sólo una docena de palabras se puede ser un exitoso conductor televisivo? ¿Para qué buscar la excelencia, si alcanza con dejarse humillar alegremente delante de una cámara para ganarse una 4x4? ¿Para qué preocuparse solidariamente por el prójimo, si es más entretenido tomarle el pelo frente a millones de espectadores? Lo importante —nos venden como verdad única y suprema— es pasarla bien; el resto no cuenta. Nada se toma en serio; lo que no es divertido no sirve. Reflexionar, ser profundo, intentar romper el monopolio de la trivialidad, está mal visto, es cosa de “mala onda” y eso, para este fundamentalismo pasatista que se ha instalado en la Argentina, constituye un pecado imperdonable. (Piénsese, sino, que el principal debate previo a las últimas elecciones presidenciales tuvo como eje si uno de los candidatos era aburrido o no).

Todo totalitarismo —y esta tiranía mediática lo es— tiene la aspiración de imponer una determinada interpretación de la realidad como única verdad posible; por lo tanto, busca desarticular todas aquellas visiones del mundo que puedan cuestionar sus dogmas. Por ende, todo individuo que se empeñe en atentar contra esta ilusión de uniformidad ideológica es considerado un enemigo del sistema. Sin embargo, en esta dictadura de la alegría —salvo deshonrosas excepciones— a nadie se le ocurriría apelar a la alternativa de eliminar a los ideólogos del disenso. ¿Para qué, si el recurso propagandístico demostró ser mucho más eficaz y, encima, menos cruento? Lo que pasa es que se ha reemplazado la figura del cuco por la del hazmerreír. En otras épocas, se descalificaba al portador del disenso endilgándole rótulos de temibles resonancias que, si bien lograban su propósito de “espantar a la burguesía”, al menos le reconocían una entidad, una peligrosidad potencial; así, los “enemigos” del sistema eran terroristas, subversivos. Ahora, en cambio, quienes apuestan a encarar la vida de otra forma distinta a la “oficial” son tildados de densos, aburridos o amargos, y se los ridiculiza en forma cada vez más cínica y explícita. Adviértase la notable eficacia de esta posmoderna vuelta de tuerca, porque ¿qué peligro puede encerrar un enemigo que en vez de miedo inspira burla? ¿Cuántas adhesiones puede recoger un aguafiestas? El que disiente, el disconforme, queda así colocado en una situación más que incómoda. En el reinado del marketing, donde todo pasa por seducir a la opinión pública, nadie quiere jugar el rol del antipático. ¿Qué otra razón, sino, lleva a que el público devuelva con una sonrisa beatífica el bochorno al que, cámaras ocultas mediante, se lo expone en nombre de la Gran Diversión Nacional? ¿Qué otra razón, sino, mueve a los personajes de la farándula y la política a soportar estoicamente y sin chistar las chanzas de noteros que la van de “transgresores”? Nadie quiere pasar públicamente por amargo. Hay que exhibirse piola, vivo, zafado, despreocupado. Y si uno no lo es, habrá que fingir, habrá que posar. Ignotos y famosos por igual juegan, entonces, a mostrar sólo la faceta de la realidad —y de sí mismos— que los dictadores de la alegría quieren que se vea.

El problema, claro, no está en el humor, ni en la risa, ni en la legítima aspiración humana de pasarla lo mejor posible sobre esta tierra (muy lejos se hallan estas líneas de pretender transformarse en un deplorable alegato contra la diversión o en una indefendible apología de la solemnidad). El problema es que la dictadura de la alegría se ríe de todo. El problema es que la dictadura de la alegría no trabaja para eliminar las fuentes de la angustia, sino para disimular sus manifestaciones. Si el barco se está hundiendo, que no se note. Pum para arriba, y que siga la fiesta virtual.

No tiene nada de malo cantar que “la vida es un carnaval”. Lo erróneo, lo egoísta, lo suicida, es la irresponsable ligereza de creérselo al pie de la letra.



Alfredo Raúl Di Bernardo

Joao dijo...

Agradesco mucho sus comentarios muchachos.
Si mis superfluas reflexiones pueden motivar párrafos como los escritos, pueden estar seguro que me hacen sentir mas que honrado.
Sigamos pues, alimentando un espacio en donde todavía no es "aburrido" pensar.

Gracias.

Anónimo dijo...

Escribí esto hace 5 años, y al leer esta reflexión se me vino a la mente. Lo comparto con ustedes:
Es muy fácil aprender de algo que esta escrito o que te lo expliquen, creo que lo mas importante y más valorado es aprender todo aquello sin manuales, con experiencia, con equivocaciones, aprender a vivir con un ambiente que condiciona tu conciencia, pero que no te enseña el significado de las cosas, deja que vos solo con tu inteligencia crezcas como hombre y encuentres esos conceptos y teorías que morirán en vos, que no se heredan y que muchas veces nunca los puedes aprender o terminas de entender.

Anónimo dijo...

relacionado con los problemas de identidad, ser o no ser, ¿esa es la cuestión? creo que no, por ahora. Encontrarse, buscar, saber lo que uno quiere, es muy dificil si a veces ni se lo que estoy viendo. No entiendo , a veces la realidad esta tan decorada que no me deja ver como es, qué pasa, qué se siente, qué significa????? Aquello que pensabas conocer es muy diferente. Qué busca, porque uno siempre esta buscando algo, quizás olvidar, un silencio, alegría, amistad, un aplauso, amor, libertad, contención, tantas cosas, que hasta uno a veces ni sabe cual es la verdadera razón. Es muy difícil poder conocer y hacer conocer lo que uno siente o quiere expresar, espero poder ir aprendiendo. Sin embargo existen ciertas personas con las cuales no es necesario esforzarse por hacerse entender, ellas solas descodifican mis impulsos y responden tal cual yo necesitaba que lo hicieran.