Una palabra para la noche... magia.

Qué obtenés si juntás a un medio dormido, medio borracho, medio hecho jeta en una oficina a las 9 de la mañana: un tipo com-ple-ta-men-te feliz.
Ahí estaban, eran seis. La campanita, la alegría de vivir, el ángel que bajó del cielo, el señor de las virtudes, el pibe “onda-corazón”, y yo, este humilde servidor, que sin que se dieran cuenta, aprovechaba el manantial de vida creado por ustedes a cada segundo para remojarse tímidamente las patas.
Tirado en el puf… echado en el puf, sintiendo las canciones, viviendo la risa, compartiendo casi como en secreto la magia de la noche, me volví a dar cuenta de que lo importante en esta vida está ahí, en lo simple.
Yo estoy demasiado adentro del sistema para poder salir completamente. No necesito que digan “Pobre pibe…”, en cierta forma yo lo elegí. Pero sepan algo, estoy tratando todos los días con empresas y negocios de miles de dólares (de los cuales yo no veo ni uno, jajja), y ni la más grande de la cifras de dinero se compara con la fortuna de tener un espacio entre ustedes, que se dieron cuenta muy a tiempo qué cosas son las que realmente valen la pena.
Tal vez no tengo la soltura de Mauri para poder decirlo abiertamente, me es más fácil así, como de lejos, pero coincido ampliamente: los/las quiero mucho, y los/las admiro además.
Y sí, a veces hago valances y me pongo medio pelotudo. Ustedes no tienen la culpa. Bueno en realidad sí, cada vez que nos juntamos es como un curso acelerado para aprender a vivir.
Gracias por estar ahí. Y Gracias por dejarme entrar.